No he olvidado la charla que tuve hace unos años con mi querido amigo el padre Galindo, fue breve pero lo suficientemente fuerte para quedar grabada en mi memoria. Como siempre comenzábamos con un tema y terminábamos hablando de quién sabe qué cosas.

En una de estas veces, salió el tema agua y la psiquis, las emociones, la fuerza que ejerce el agua en la psiquis del ser humano, él decía: “Esto de tirar monedas en las fuentes, ninguna se hunde sin llevar un pedido, y todo comienza en el dios Jano”. Y, como si nada, pasamos a otro tema, pero el bendito dios Jano quedó pegado a mi curiosidad.

50b608ef52c31ec4f50334afec6a1a4fEn uno de los viajes que por trabajo hacemos con mi esposo a Italia, caminábamos por la ribera del Tíber. Casi sin darnos cuenta llegamos al barrio del Trastevere, la zona de los bosques sagrados y de hermosas iglesias, entre ellas, la iglesia de San Pietro in Montorio, la cual está edificada según la tradición, donde fue crucificado san Pedro, el que tiene las llaves de la Iglesia católica.

Hasta ahí mi mente estaba focalizada en la historia de la iglesia, pero como de un sendero del bosque sagrado apareció la figura de Jano, silencioso, que en seguida me ubicó en donde estábamos parados, en su casa, en la colina de Gianicolo o Janículo.

Cuando uno quiere abordar el mundo de lo sagrado, se tiene que recluir en lo interior, y dejar que el silbido del tiempo inunde la mente y en un instante todo se puede ver, escuchar, sentir con el corazón…, todo es tan real, se le puede llamar la naturaleza intuitiva, que todos tenemos.

El que reconozco es el Jano, antes de su cristianización, el padre de Fotus, el dios de las fuentes, cascadas y pozos. Y voy hilando inmediatamente las palabras del padre Galindo, las monedas, el agua y Jano… el Jano setecientos años antes de Cristo, al que los romanos lo llamaban “Lanus inter portas” el que muestra la entrada del pasado y del futuro. El señor de las dos vías, de las dos caras, el señor del tiempo, poseedor de las llaves.

Las llaves que servían para abrir las puertas del cielo y del infierno, las puertas de las dos vías, ascendente y descendente. Jano el señor de la iniciación, el que abría las puertas de las épocas, el que mantenía la armonía cósmica sobre los ritmos de la naturaleza.

Jano, el verdadero Jano, al que no se le puede disfrazar. Pasan las épocas, culturas, políticas, los ciclos, pero su esencia no cambia, se le puede poner otros nombres, cambiar sus representaciones simbólicas, hacer retroceder, prohibir, reprimir, pero Jano tiene su propia personalidad y fuerza. Jano, el que no se deja arrastrar al intelectualismo y continúa parado en su templo en forma cuadrangular con sus doce altares, mirando a Oriente y Occidente, mediando entre lo mortal y lo inmortal. Los cantos de sacerdotes romanos iniciados en su templo siguen vibrando en los bosques sagrados.

El Jano de este siglo, en Occidente, es el que nos marca el comienzo de un nuevo ciclo, el que nos dice que tenemos que ir al encuentro de lo desconocido y dejar lo que fue. Hacer espacio para todo lo nuevo que el cosmos nos ofrece, a lo sagrado y lo irreverente, que no están separados entre sí, sino que viven juntos y nos esperan en el camino.

Jano nos propone que tiremos una moneda en la fuente de su hijo Fotus, pero antes tenerla entre las manos, mirando una cara y decidir entregar el pasado, dejar que se lave en las aguas sagradas de la vida. Después mirar la otra cara de la moneda y pedir con fe, todo lo que nos corresponde por ser hijos del Amor, de Dios; para luego darnos vuelta y pasando el brazo por arriba de los hombros tirar la moneda de Jano, el dios de las dos caras, para entrar con la mente limpia a este enero que es comienzo de año 2016.

Hay un ritual que se hace en Gianicolo desde antes del cristianismo.

En una bolsita coloca un pequeño frasquito de miel o higos y tres monedas y los regalas a tus amigos y familiares, es compartir la gentileza de la madre tierra con las personas que queremos.

También se regalan los ramitos del árbol cósmico, el laurel, deseando salud, felicidad y abundancia en el trabajo.

Hasta la próxima semana.
Paz y Bien
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María Benetti Meiriño

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