En nuestro recorrido por el Camino del Inca visitamos el Machu Picchu, con mi esposo. Es una hermosa parcela del planeta tierra, llena de luz y oscuridad a la vez, de alegría y tristeza, de historias grabadas en piedras y bailes energéticos que traspasan a cada visitante dejando huellas en el alma.
Recuerdo la tarde que hablamos con Carmelo. Fue a los pies del Machu Picchu en la localidad de Aguas Calientes, en una pequeña terraza decorada con elementos nativos. El ruido del agua del río del mismo nombre (Aguas Calientes) amenizaba con su canto la conversación.
Tendió una manta tejida a mano sobre el banco de madera y nos invitó a sentarnos. Desde este ángulo la montaña que teníamos delante parecía una escalera verde a lo infinito, el cielo hacía de cortina a una dimensión liviana y brillante.
¿Es allí donde se encuentra una de las aberturas dimensionales?, le comenté a Carmelo. Con total naturalidad respondió, “Sí, esperaba poder hablar sobre este tema contigo. Sabía que vendrías”. ¿Cómo supiste que vendríamos a visitarte?, pregunté. Me miró con alegría en sus ojos.
“Yo sólo sé”, respondió.
Nos invitó con té mientras hablaba de sus profundas experiencias místicas. “Toda esta parte de la tierra tiene pequeños túneles dimensionales, no hay sólo antiguas construcciones de piedras, paisajes y hoteles. Y no somos pocos los que tenemos experiencias maravillosas en estos lugares sagrados. La zona del Inca es un puente entre el mundo superior y el mundo intermedio. Estas puertas tienen sus guardianes espirituales, la mayoría son grandes animales”.
“¿Cómo se puede acceder a estas puertas dimensionales?”, pregunté. “Se puede entrar a ellas de manera natural y sencilla, es cuestión de ir paso a paso, comenzar utilizando los sentidos físicos, ver la belleza de la naturaleza y dejarse llevar por las percepciones”, dijo.
La conversación fue larga, amena, entretenida, espiritual. Nos contó varias vivencias personales muy conmovedoras, entre ellas cuando vio la gran águila, (el águila representa el tiempo de renacimiento de esta parte del planeta, es un renacimiento espiritual, de renovación).
Nos enseñó como acariciar el agua y sentir su mensaje divino, nos decía: “el agua habla la lengua del susurro y despierta la memoria dormida del amor. Cuando escuchamos el lenguaje del agua, toda nuestra carne recuerda cuando nuestra madre nos tuvo en su vientre y nos alimentaba con su cuerpo. Yo hablo con el agua todos los días”, comentó risueño.
Nos acercó a un costado de la terraza que daba al río Aguas Calientes. Quedamos solos con mi esposo escuchando el susurro del agua.
Cuando bajó el sol, nos despedimos con un abrazo de hermanos, de amigos; hermanos de la misma madre, la madre tierra, como dicen en estos lugares, la Pachamama.
No es casualidad que vaya recogiendo por los distintos sitios del planeta que visito el mismo mensaje de renacimiento.
Ahora y siempre el ser humano ha sido instruido por la sabiduría de la naturaleza.
Lo que tu mente no pueda comprender, tienes que dejar que el alma la guíe.
Desistir de los prejuicios.
Dicen que las instrucciones pueden dar fruto si las vivimos como las ha vivido el maestro.
Paz y bien.
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Autora de libros y guía para meditación.
maria.benetti.meirino@gmail.com//
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