Se puede transmitir el pensamiento
Viajando con mi esposo desde Delhi India hacia Benarés en tren, conocimos a una jovencita que viajaba con su tío, un campesino de manos duras y agrietadas por el frío, los dos de nacionalidad rusa. Practican la religión budista. Venían de un encuentro de invierno con el Dalai Lama en Bodhgaya.
Bodhgaya e
s una de las ciudades santas para los budistas porque bajo una de las higueras de esta ciudad Buda alcanzó la Iluminación. En ella pasa el Dalai Lama, líder espiritual de los budistas tibetanos, varios meses al año, lejos del frío de Dharmasala, donde reside habitualmente.
Compartíamos el camarote, los cuatro. La sobrina hablaba inglés y hacía de traductora del tío, cuando éste quería hacer un comentario sobre el encuentro budista.
En un momento del viaje cerré mis ojos y comencé a meditar, dejando que ellos hablaran.
Mi mente recibía imágenes de distintas flores de loto y triángulos. No puedo describir con palabras los colores que veía y la sensación de alegría que me invadía. Al terminar la meditación mis ojos se encontraron con los ojos azules del anciano, vi en su mirada un brillo de paz y alegría, sentí calidez en su sonrisa cómplice. Luego extendió su mano para regalarme un paño blanco enrollado. Siempre riendo, pidió a la sobrina que me diga en inglés: ─
Mientras tú meditabas yo dibujé esto para ti.
El paño estaba dibujado en las dos caras, en una cara del paño triángulos y en el reverso, flores de loto de distintas dimensiones. Las imágenes que percibí en la meditación estaban proyectadas sobre la tela.
Había oído hablar de transmisión de percepción, lo que nunca imaginé era que la iba a experimentar tan claramente en un viaje en tren, en la India. Lo entendí claramente, las experiencias que él había tenido en las meditaciones con el Dalai Lama, generosamente me las trasmitió.
Los pensamientos son energía, vibraciones que se mueven y pueden ser captadas por quien esté en sintonía.
El amor es la antena, el que sintoniza, sin importarle si somos católicos, hinduistas, musulmanes, judíos, mormones, budistas… El amor fraternal trasciende las lenguas y los dogmas.
Mirar al otro con respeto, te hace ir por la vida sin miedo, ni prejuicios y te abre a compartir el amor fraternal, esa alegría que se siente en el alma y la cual no se borra por más que pasen los años, es una caricia indestructible de Dios.
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Puedes hacer este ejercicio:
Siéntate en una plaza y observa la gente pasar, cómo se mueven, cómo gesticulan, presta atención a quienes van tomados de la mano. Mira a los que están sentados, si son parejas de enamorados.
Luego trata de sentirte unido a las personas que estás observando.
Piensa: “Soy un ser humano como lo son ellos”.
Trata de sentir tu unidad con todas las personas que tienes a tu alrededor.
Y finalmente busca a Dios en ellos.
Hasta la próxima semana. Paz y Bien
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Autora de libros y guía para meditación.
Mail: maria.benetti.meirino@gmail.com
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